De los veinte poemas de amor y una canción desesperada,
escojo la canción desesperada, que sepa Dios de mi impaciencia y desorden, que
sepa Dios que tu ausencia me patea el ego, que me come la necesidad de verte, e
intento alargarme para ver si por lo menos araño tu espalda mientras te estas
yendo.
Y cuando amanezcas, pensarás que fue el gato, o mejor aún,
pensarás que fue la bruja, esa de la que hablaba tu abuela cuando sin razón
alguna un moretón mal encaraba tu cuerpo. Pero no te asustes cielo, las brujas
no siempre somos malas, las brujas también aman a tientas y a tantos.
Pero entre patas de cabra, vísceras de zancudo y remedios
caseros, nadie ha podido amarnos porque la nariz en muy grande, las manos mal
olientes y la escoba no avanza a mas de cien kilómetros por hora.
Dama Azul
Dama Azul
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